La fisioterapia invasiva utiliza las técnicas de fisioterapia convencional, a través de la piel, pero con agujas. Esta aguja ejerce un efecto mecánico, como la bioacupuntura o la punción seca (en ellas solo se usa el efecto mecánico de la aguja). Pero también se puede asociar calor a la aguja (moxibustión), electricidad o EPI (siglas de electrólisis percutánea intratisular) o emplear una aguja hueca, para introducir fármacos, como lamesoterapia. Todas estas técnicas se aplican con el apoyo de ecografías musculoesqueléticas, que aportan seguridad al proceso, al tener control visual del tejido en todo momento, y eficacia.
Se aplican en la función de la experiencia profesional que tenga cada fisioterapeuta y del tipo de pacientes. En los últimos años se han ido extendiendo cada vez más, sobre todo la técnica de punción seca y la EPI. Recientemente se han publicado distintos artículos que señalan que la EPI es muy efectiva y que disminuye los costes que habría asociados a una intervención. Los gestores de la sanidad deben tener en cuenta la política de reducción de gastos, es un aspecto muy importante. Estas técnicas, respecto a las convencionales, disminuyen los costes y el tiempo de recuperación.
Cada vez hay más pacientes que recurren a la fisioterapia invasiva y muchos con problemas tendinosos pueden evitar la intervención quirúrgica. También en personas con epicondilitis, se puede realizar la cirugía EPI, lo que supone un cambio muy importante porque libra de una operación mayor. De igual manera sucede ante el síndrome del túnel del carpo, otra entidad que, con una técnica de fisioterapia invasiva, experimenta cambios significativos que pueden evitar la cirugía. Los profesionales sanitarios poco a poco conocen estas herramientas y las pueden considerar antes de llegar a la opción quirúrgica.