Promueve la migración y la producción de colágeno.
Uno de los aspectos más notables de la terapia hiperbárica es su capacidad para estimular, promover y reparar la producción de colágeno a través de la activación de los fibroblastos. Estos componentes celulares desempeñan un papel fundamental en la regeneración de tejidos dañados, lo que puede resultar en una recuperación más rápida y efectiva para los pacientes que han sufrido un ictus.
Esta terapia no se limita a la reparación de tejidos, sino que también tiene un impacto significativo en el sistema inmunológico. Restaura la síntesis oxidativa, fortalece la actividad de los macrófagos y los polimorfonucleares, y modifica la adhesión leucocitaria. Estos procesos contribuyen a proteger el cerebro de posibles lesiones adicionales, lo que resulta crucial en la recuperación después de un ictus.
La terapia hiperbárica también ejerce un efecto vasoconstrictor, lo que significa que reduce la inflamación y los edemas. Esto, a su vez, mejora la circulación sanguínea en el cerebro sin comprometer la oxigenación de los tejidos dañados, lo que es esencial para la recuperación efectiva de los pacientes.
Otra ventaja notable de esta terapia es su capacidad para estimular la formación de nuevos vasos sanguíneos y células madre en las áreas afectadas. Esto contribuye significativamente a la revascularización de las zonas dañadas y puede promover una recuperación más completa.
La terapia hiperbárica también tiene un impacto bioquímico importante. Estabiliza la producción de citoquinas proinflamatorias, que son las responsables de desencadenar respuestas inflamatorias en el cuerpo. Al reducir la producción de estas sustancias, se puede mitigar la respuesta inflamatoria en el cerebro después de un ictus, lo que puede tener un impacto positivo en la recuperación.