Razones por las que empezar a correr: No pararás de hacerlo nunca

Razones por las que empezar a correr: No pararás de hacerlo nunca

Pongo o comparto estas experiencias porque se parecen bastante a lo que me ocurrió a mí en mi momento(claro que lo mío surgió a edad adolescente por lo que llevo un porrón de años corriendo).
Disfrutad de su cambio vital gracias al running!!

 

 

Nueve corredores populares nos cuentan por qué empezaron a correr (y aún no han parado de hacerlo)

Los inicios siempre son duros; más todavía si hablamos de empezar a correr, algo que muchos de nosotros nos hemos planteado alguna vez y que no siempre hemos conseguido. Si estás buscando inspiración para comenzar a dar tus primeras zancadas, hemos preguntado a nueve corredores populares por qué empezaron a correr, y esto es lo que nos han contado.

Entre nuestros invitados contamos con runners que han corrido maratones y ultras, otros que no han pasado de carreras de 10 kilómetros, algún que son rápidos como Flash y otros que prefieren tomárselo con más calma. Todos son igual de importantes e igual de corredores independientemente de sus carreras y de sus marcas personales.

Todos los que corremos de manera habitual hemos tenido un comienzo, más duro o menos según los casos. Lo que sí es cierto es que en ocasiones necesitamos algo de gasolina para poder cumplir con esos primeros kilómetros que se nos hacen eternos y que nos provocan unas agujetas que nos duran tres días. Esos primeros días de los que después nos acordamos riendo por lo poco que aguantábamos corriendo son los que quedarán marcados en nuestra memoria como nuestros inicios como corredores.

Ángel Sánchez, 39 años: lleva 8 años corriendo

Ángel (@contadordekm en las redes) ha hecho de correr su forma de vida: actualmente no solo corre por hobby (su última carrera ha sido la maratón de Barcelona), sino que además es speaker de diferentes eventos deportivos. Y nos dio esos ánimos que nos faltaban en el kilómetro 40 de la maratón de Sevilla.

«La razón principal por la que empecé a correr, aunque bajar de peso era una razón poderosa, creo que fue para controlar el estrés laboral que en aquella época me cambiaba hasta el carácter. Ese rato a solas conmigo mismo y mi sobredimensionado cuerpo me hacia calmarme. Yo llegue a pesar por aquella época 89,9 kilos que con mis escasos 169 centímetros de altura, más el estrés laboral y un colesterol alto me hacia un claro candidato a tener un problema grave de salud. Recuerdo especialmente un día trabajando donde al subir dos pisos de escaleras del almacén a la oficina, tuve que esperan diez minutos a que pudiera recuperar el aliento para hacer una llamada urgente. Literalmente me dejaba fuera de juego.

Los motivos no son lo mismo que la motivación. Los motivos fueron rebajar el estrés y rebajar peso. La motivación la encontré en mi entorno. Mi cuñado Antonio sufrió un accidente de tráfico que tras un largo estado comatoso le dejo grabes secuelas físicas (pérdida de visión e incapacidad de mantenerse en pie entre otras). Él con 18 años estaba atado a una silla de ruedas. Y yo siendo perfectamente capaz, estaba atado al sofá. Comencé a correr con su camiseta para adquirir ese compromiso moral, de moverme siempre que pueda. También fue clave apoyarme en mi compañera de trabajo y su marido. Los tres primeros meses salíamos directamente del trabajo a correr. Es muy duro adquirir el hábito de correr al inicio completamente solo y tener compromiso con un grupo ayudaba a vencer la pereza.

A día de hoy corro o hago deporte prácticamente cinco días a la semana, corro carreras de maratón y ultradistancia y mi reloj de actividad rara vez baja de 12.000 pasos diarios. Pero sigo recordando a menudo el día que aquel director de administración gordito y estresado que fui, decidió salir a correr aquel kilómetro y seiscientos metros un día de junio de 2011.»

Alberto Barrantes; 42 años: lleva 13 años corriendo

 Foto de Andy Astfalck.

Alberto (@albbarrantes) o «El tío del megáfono» para los amigos: la primera vez que le vi fue corriendo con un megáfono en la mano, dando ánimos a todos los que pasaban a su lado. Corredor incansable, solidario, y una de las personas que más me ha ayudado durante mi vida como runner.

«‘Hola, me llamo Alberto, tengo 42 años y soy runner desde hace 13’. Esta entradilla, con mi cara pixelada y mi voz distorsionada podría valer para esos programas que hablan sobre grupos de personas con problemas o sectas. Pero no, que a uno le guste correr no indica ningún tipo de anormalidad o tara mental, quitando las que yo ya llevo de serie (que no son pocas).

Me han pedido que os cuente cómo, cuándo y porqué empecé a correr, así que aquí estoy, de la mano de Raquel y Vitónica para contaros un poco. ¿Estáis listas y listos? ¡Pues allá vamos!

Esta es una historia que he contado ‘cienes y cienes’ de veces pero que no me importa repetir. Todo comenzó en 2006, cuando a mi amigo Carlos se le ocurrió que unos cuantos amigos podíamos correr la San Silvestre Vallecana. Quién me iba a decir a mí entonces que un simple “No hay huevos a correr la Sansil” iba a traer estas consecuencias.

El subidón que sentí fue tal que no he podido dejar de correr desde entonces. Eso sí, las razones han ido cambiando con el paso del tiempo. Primero vinieron las ganas de mejorar tiempos, después los retos por aumentar la distancia, luego me dio por tirar al monte cual cabra, más tarde se unieron las causas solidarias, correr con amigos, conocer nuevos lugares y otras más que mi cabeza ha olvidado.

Y ahora… bueno, ahora corro porque me hace sentir bien, porque mi cuerpo (y mi cabeza) no están bien cuando no corro, porque me falta algo si no me calzo las zapatillas, porque disfruto (la mayoría de los días) de sudar al ritmo que marcan mis pies.

Y sí, es algo difícil de explicar si no lo has sentido en tus propias carnes. “¿Qué correr es divertido?”, eso me preguntan muchos compañeros de trabajo, amigos y conocidos… y yo, por más que lo intento, no puedo explicarlo.

Así que si tú eres de esos que quieres saber a qué me refiero, prueba a ponerte unas zapatillas, salir a la calle, al parque o al campo y empieza trotar. Después volvemos a hablar».

Susana Pascual, 44 años: lleva 3 años corriendo

Seguramente la cara de Susana os resulte familiar, y es que esta profesora de Hatha Yoga es quien nos guía en nuestras sesiones de Yoga en nuestro canal de Youtube. A su lado nos habéis podido ver practicando el Saludo al Sol, trabajando nuestro abdomen o poniendo a punto nuestras piernas.

Susana comenzó a correr junto con una amiga hace ya tres años, según sus propias palabras «para hacer algo distinto al Yoga». Muchos son los deportistas que comienzan a correr para buscar una actividad alternativa al deporte que practican de forma habitual. «Empecé a correr porque te aporta libertad: de horario, de espacio… También porque disfrutas al aire libre, ¡y porque es barato!».

Lo cierto es que, si lo que buscamos es comenzar a correr, con algo de ropa técnica y unas zapatillas es más que suficiente: te ahorras las cuotas del gimnasio, puedes salir cuando quieras (o cuando se adapte mejor a tus horarios)… Es una buena solución para aquellos que no disponen de mucho tiempo y aun así quieren hacer ejercicio.

De momento Susana ha corrido carreras de 10 kilómetros y sale a entrenar siempre que tiene tiempo.

Guillermo, 45 años: lleva 9 años corriendo

A Guillermo quizás le recordáis por habernos contado hace tiempo su experiencia ejerciendo como liebre en la maratón de Pamplona, ciudad en la que reside.

«De chaval siempre hice deporte. Luego llegó la universidad, el mundo laboral, algún cambio de domicilio y lo fui dejando.

En mi ciudad hay un parque donde siempre había gente corriendo, y un día de 2010 me propuse volver al deporte y la forma más sencilla era copiar a esa gente que corría y luego empujaba árboles, como queriendo arrancarlos de raíz.

El primer día fue un horror de respiración, de agujetas, de pulsaciones… Pero hubo un segundo día, y un tercero, y aquí sigo más de nueve años después. Ayer mismo estuve corriendo en ese parque».

Marta, 46 años: es corredora desde hace 8 años

Marta y Guillermo son pareja y compañeros de kilómetros. Con un ánimo envidiable y una fuerza de voluntad que muchos quisiéramos, Marta disfruta de cada carrera como si fuese la primera.

«Yo acompañaba a mi pareja a todas las carreras a las que iba. Me gustaba hacer deporte pero me parecía imposible correr. Siempre que corría sufría un montón, tenía la idea de este deporte no era para mí.

Hasta que un día fuimos a una ciudad a correr una carrera y me di cuenta en el desayuno del hotel, rodeada de corredores, que si ellos podían yo también podía, y a la vuelta de aquel viaje, poco a poco, empecé a correr y hasta ahora»

Susana Alfageme, 48 años: corre desde hace 8 años

Susana es de esas personas que no duda en recorrerse media España para disfrutar de una carrera. A pesar de que reside en el norte, he tenido la suerte de coincidir con ella en la media maratón de Madrid. Actualmente prepara junto a Alberto Barrantes el reto solidario #101contraelcáncer, en el que recorrerán 101 kilómetros por el camino de Santiago para recaudar fondos contra esta enfermedad.

«Yo fui una de esas niñas que tuvo unos profesores de educación física nefastos en el colegio. Unos profesores de aquellos que, sin ningún tipo de sentido y sin preparación previa, un día cualquiera, te pedían que saltaras el potro, hicieras a la perfección el pino puente o corrieras cincuenta metros en lo que entonces a mí me parecían muy escasos segundos. Eso hizo que mis notas de gimnasia fueran bajas y mis sensaciones en relación con cualquier deporte absolutamente pésimas. Decidí con todo ese cúmulo de datos que cualquier actividad deportiva no era para mí y abandoné cualquier opción de intentarlo en toda mi vida posterior.

Hasta que un día esa misma vida me pegó una bofetada de esas que ponen todo del revés.

Mi madre enfermó muy joven de Alzheimer. Casi todos relacionamos esa enfermedad con personas de una cierta edad pero en nuestro caso le fue diagnosticada cuando ella apenas contaba con cincuenta y ocho años.

El hecho de que mi madre me tuviera con diecinueve años y las múltiples dificultades de todo tipo que tuvimos que superar juntas habían conseguido que nuestra relación fuera muy muy especial. Sé que cualquier hija podría decir algo parecido de su madre pero en nuestro caso era singularmente cierto. Así que cuando lo que parecía una inicial depresión se convirtió en un diagnóstico tan duro todo mi pequeño mundo se vino abajo en un universo de pedacitos minúsculos.

Solo las personas que han estado cerca del proceso de una enfermedad degenerativa de este tipo o de cualquier otro saben lo difícil que es para el enfermo pero también para los cuidadores. Y muy pocas veces se cuida al cuidador. Por ese motivo es fácil que también estos terminen enfermando.

En mi caso el problema se llamó ansiedad. Me daban ataques que fueron incrementándose en número e intensidad hasta llegar a perder el conocimiento en varias ocasiones. Pero yo no era consciente. No podía pensar más allá del día a día de cuidados continuos que requería mi madre. Hasta que un día su médico me sentó, me explicó lo que me pasaba, le puso nombre y puso en mi mano una receta de una medicación que, al margen de su nombre comercial, calificó como ansiolíticos.

Guardé el papel en el bolso, me fui a casa y aquella misma noche hablé con un amigo que sabía que corría habitualmente. Me había comentado en tantas ocasiones lo bien que se sentía y me había animado tantas veces a intentarlo que pensé que tal vez ese era por fin el momento de probarlo antes de materializar el papel de la receta en una dosis diaria de pastillas.

No tenía ni idea de por dónde empezar así que empezó él regalándome mis primeras zapatillas, mi primera equipación y las primeras pautas.

El primer día que salí a la calle a hacer mis primeros kilómetros con cuarenta años fue el primer día de uno de los cambios personales más importantes de mi vida tanto a nivel físico como a nivel mental.

Correr me ayudó a eliminar la ansiedad y el estrés, a superar la pérdida de mi madre, a ser más fuerte, a controlar mis impulsos, a ser más ordenada y mucho más constante, a cuidarme por dentro y por fuera, a valorarme, a creer que puedo alcanzar mis pequeños retos, a conocer a gente maravillosa, a vincularme a causas solidarias… y a dejar de ser definitivamente aquella niña torpe que sacaba unas notas malísimas en gimnasia.

Pero, sobre todo, me ha enseñado el increíble valor que tiene el hecho de poder ponerme cada día unas zapatillas y salir a correr sencillamente porque estoy bien.

Casi siempre nos perdemos en preocupaciones absurdas y no valoramos lo verdaderamente importante. Yo corro porque puedo. Y me gusta pensar que corro también por los que no pueden hacerlo».

Anna Martí, 34 años: corre desde hace 12 años

Anna es editora en nuestros medios de tecnología y runner «a tiempo parcial», ya que combina la carrera con otros entrenamientos en el gimnasio, como por ejemplo el Body Pump.

«Empecé a correr hace unos doce años, durante la universidad. Un domingo y de repente, con unas zapatillas cualquiera, con unos pocos mp3 en el móvil (con el que me cronometraba) y sin saber qué distancia y a qué ritmo iba cada vez porque: 1) Lo que necesitaba era moverme y punto y 2) No quería frustrarme a las dos carreras.

Al principio me costaba bastante salir, en parte por mi baja forma física (que, aunque suene contradictorio, es causa y excusa al mismo tiempo) y porque tampoco vivía en una zona con caminos o áreas en las que correr sin ser casco urbano o poder ir tranquilamente sin estar pendiente de los coches. No lo recuerdo ya, pero seguramente me daría por vencida más de una vez.

De hecho, lo combinaba con una elíptica en casa. Y eso contribuyó a que, aunque tarde, acabase tomándomelo algo más en serio. Sobre todo cuando ya perdí algo de peso y vi que aquello podía llegar a disfrutarse por varios aspectos: era una manera de abstraerme, me servía para explorar zonas y cada vez corría más y con menor esfuerzo. Y el colofón fue empezar a hacer carreras populares; eso fue (y sigue siendo) mi mayor motivación.

¿Por qué empecé a correr? Por lo mismo que corro ahora: salud, libertad, autosuperación y abstracción. Bueno, y ahora en alguna ocasión algún pique entre corredores amateurs, que también tenemos derecho».

Postureo Runner, 37 años: lleva 16 años corriendo

Si seguís a Postureo Runner en las redes sociales, sabréis que es muy celoso de su intimidad. Aun siendo un «corredor fantasma» (de los buenos, no de los «tapados») cuenta en sus piernas con un buen número de maratones y de carreras de montaña, y es uno de nuestros corredores más veteranos.

«Comencé a correr porque cuando me mudé de ciudad no me pillaba ninguna pista de baloncesto cerca, porque correr en 2003 no estaba tan bien visto. Entonces descubrí que tenía un problema, no me gustaba correr. Vamos que la razón fue que era fácil, te ponías las zapas y listo. Y así me llevé desde 2003 a 2011.

Pero claro en 2011, empezó el mambo, primero porque empecé a salir de vez en cuando con un amigo que me hacía sufrir en cada salida, y segundo, porque por primera vez me colgué un dorsal. Y claro, la cosa cambió un poco, porque correr, no es que me guste más, pero algo competitivo (aunque sea conmigo) soy. Por cierto, lo de que no me gustaba correr cambió cuando cambié el asfalto por la montaña

Liliana Fuchs, 32 años: lleva corriendo casi 9 años

¿De dónde salen la mayoría de las deliciosas recetas que os proponemos semana a semana en Vitónica? De las manos de Liliana, que igual te prepara unos deliciosos gofres fitness que se calza las zapatillas para salir a quemar kilómetros.

«Empecé a correr porque en esa época estaba empezando a ponerse de moda y tenía amigos que me inspiraron. Por entonces iba a empezar a preparar oposiciones y necesitaba incluir algo de rutina de deporte para no volverme loca encerrada en casa. Correr parecía barato y fácil, además así me daba el solecito, que también lo necesitaba porque tengo problemas de huesos. Recuerdo pasarlo muy mal las dos primeras semanas, sobre todo porque los primeros días me quedaba sin aliento muy pronto, pero a los 15 días ya noté una mejoría enorme que me animó a seguir.

El error entonces fue no haber invertido en buenas zapatillas desde el principio; al correr en suelo duro sufrí dolores de rodillas de repente. Aprendí la lección.

Desde entonces me apunto a alguna carrerilla popular (no falto a la San Silvestre de Murcia) y básicamente salgo a correr unas cuatro veces por semana sin preocuparme de tiempos, ni ritmos ni nada. Puro placer y desconexión. Es mi momento para escuchar podcasts o música, despejarme y no pensar en nada. ¡Ah! Y ahora siempre meto las cosas de running lo primero en la maleta, es genial hacer algunos kilómetros cuando estás de viaje. La última vez fue amaneciendo por las calles de Viena :)».

 

GRACIAS VITONICA!!