Pues es algo que no sabía: ¿A dónde va la grasa que perdemos?

Pues es algo que no sabía: ¿A dónde va la grasa que perdemos?

Pues está bien explicado. Conocía el ciclo de Krebs y algo por encima el resto de la transformación, pero no la finalización de la quema de grasas.

A partir de ahora cada vez que haga ejercicio veré de otra forma mi respiración!

 

¿A dónde va la grasa que perdemos?

La grasa se convierte en energía. Es muy fácil decirlo. Pero esta es sólo una verdad a medias. ¿Qué ocurre realmente con toda esa materia de la que está constituida la grasa que tenemos?

 

Seguro que en algún momento de tu existencia te has planteado ponerte más en forma; perder algún kilo, convertir la grasa en músculo y tonificar el cuerpo… Son proyectos muy loables, sin duda. Ahora vamos a olvidarnos del final. ¿Sabes qué ocurre en realidad con la grasa? ¿Cuál es el proceso mágico por el que desaparece? ¿O por el que se convierte en músculo? Bueno, la cuestión puede parecer tan obvia que a veces se nos olvida lo curiosa que es la realidad: expulsamos «la grasa» al respirar.

Quemando grasa

Cuando te hacen repetir el ciclo de Krebs hasta la saciedad, el proceso metabólico de las grasas se vuelve tan obvio que cuesta apreciar lo maravilloso que es el cuerpo humano. Pero antes de seguir con la parafernalia de términos, vamos a repasar un hecho importantísimo: en este universo la materia y energía ni se crea ni se destruye. Sólo se transforma. Con esto en mente volvamos a nuestro cuerpo y miremos ese michelín de más.

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Está claro, sobra por completo y queremos que se vaya. Así que comenzamos a cuidar lo que comemos y a hacer ejercicio. Tras un periodo moderado de tiempo (unos tres meses, más o menos) comprobamos que nuestro peso ha bajado unos tres kilos y medio. No está nada mal. ¿Qué ha ocurrido con el michelín? Obviamente no ha podido desaparecer en la nada por lo que decíamos antes. Así que trabajamos con las siguientes hipótesis:

  1. La grasa se ha ido «por el water»
  2. La grasa se ha transformado en energía
  3. La grasa se ha convertido en músculo

Comencemos con la primera: la respuesta es no. Aunque podemos regular el tránsito intestinal y eliminar una mayor cantidad de grasas ingeridas, su exceso en nuestro cuerpo, desde luego, no se ha ido con la digestión. Sencillamente, esto no funciona así. Así que pasemos a la segunda, que parece la más lógica. La grasa se quema, y como todo lo que se quema y genera calor, en realidad se ha convertido en energía. Pero también estamos (parcialmente) equivocados. Porque si bien es cierto que la materia se puede transformar en energía, por suerte para nosotros no lo hace a lo bruto y de manera neta. La grasa está formada por átomos de carbono, hidrógeno y oxígeno. Si convirtiéramos tres kilos y medios de esta materia en energía pura probablemente no quedaría mucho a nuestro alrededor. Además, necesitaríamos una cantidad exactamente igual de antimateria para poder hacerlo.

En vez de eso, nuestro cuerpo almacena parte de la energía en forma de ATP, la moneda de cambio energética. Son como pequeñas unidades de energía que permiten que el cuerpo funcione. Pero insistimos, solo se guarda parte de la energía. ¿Qué ocurre entonces con todos esos átomos de los que hablábamos?¿Donde están? Ah, sí, nos quedaba la tercera hipótesis: el músculo. Pero también estamos equivocados en parte. ¿Acaso ahora tenemos tres kilos y medio más de músculo? ¡Qué complicado resulta! No desesperemos. La respuesta es mucho más sencilla

Máquina viva

Cuando comemos, nuestro cuerpo digiere las sustancias y las convierte en una sopa de nutrientes y moléculas que son capturadas por las células y transportadas por todo el cuerpo. Parte de todas esas sustancias son grasas y azúcares. Una vez que cada célula tiene su ración, se almacena y se consume según las necesidades. Así, cuando una célula necesita energía rápida (para convertirla en el ATP que hemos nombrado) quema azúcares, grosso modo. Sin embargo, la grasa contiene mucha más energía y, como si fuera un gran tronco que arde lentamente a lo largo de la noche, la célula la usa como combustible general. Cuando hay un exceso de estas sustancias, en comparación con la energía que se necesita para sobrevivir a lo largo del día, la célula lo almacena. El maldito michelín está formado principalmente de esa grasa sobrante.

La caldera que emplea la célula se llama «ciclo de Krebs» (por su descubridor, Hans Adolf Krebs) y es un proceso metabólico que consiste en ir convirtiendo poco a poco las largas cadenas de grasas. ¿Convirtiéndolas en qué? La energía de la grasa se puede encontrar principalmente en los enlaces que unen los átomos de estas moléculas. En el ciclo de Krebs lo que se hace es «cambiar de sitio» esa energía, que pasa de los enlaces de la grasa a la molécula de ATP de la que hablábamos. ¿Y qué ocurre con los átomos a los que antes «enlazaba» esta energía que ahora forma parte del ATP? No tienen más remedio que convertirse en otra cosa. Y esa cosa es dióxido de carbono y agua, justo lo que exhalamos en la respiración.

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Y es que sí, el proceso de quemar grasas se conoce como respiración celular y con razón. Porque respirar no es otra cosa que quemar energía y convertir la grasa en dióxido de carbono y vapor de agua que expulsamos por la nariz y la boca. En concreto, y haciendo unos cálculos muy básicos, exhalamos unos setenta kilos de carbono al año en forma de CO2, de media. Por supuesto, esa perdida la compensamos comiendo, o nos quedaríamos en nada. Cuando hacemos deporte, el cuerpo consume más energía, las células queman grasas más rápido y, como consecuencia, respiran más rápido (y nosotros con ellas), expulsando más dióxido de carbono y agua. El resto de energía también se transforma en energía mecánica y, finalmente, calor que se pierde en la atmósfera que nos rodea. Así que podemos decir que la grasa que perdemos cuando hacemos ejercicios se queda en el aire, sin lugar a dudas.

 

DESDE HIPERTEXTUAL